El simple hecho de imaginar determinados sonidos genera una reacción de rechazo inmediata. Es lo que se conoce como dentera o tiricia y también se refleja en tus dientes.
Para muchas personas, el simple hecho de imaginar una tiza contra una pizarra resulta muy molesto.
Para otros, tan solo imaginar un tenedor deslizándose con fuerza sobre un plato provoca cosquilleo por todo el cuerpo.
El simple hecho de imaginar determinados sonidos genera en determinada población una reacción de rechazo inmediata. Es lo que se conoce como dentera o tiricia y también se refleja en tus dientes.
Nuestro oído es capaz de escuchar sonidos con frecuencias de entre 20 y 20.000 hertzios. A partir de ahí, nos causan dolor, precisamente, por la elevada oscilación de las ondas por segundo y el cerebro nos manda la señal de huir. Por eso, los sonidos agudos producen dentera y nos resultan tan molestos.
Investigación
Un estudio realizado por Sukhbinder Kumar, del Instituto de Neurociencia de la Universidad de Newcastle (Reino Unido), concluía que la reacción tendría su origen a nivel de la amígdala cerebral, una región relacionada con las emociones y el miedo. Se trata de una zona del tamaño de una lenteja en la que se inscriben las claves emocionales y que actúa como centinela de nuestra supervivencia.
Los científicos realizaron resonancias magnéticas funcionales en trece voluntarios a los que sometían a sonidos diferentes, tanto placenteros como desagradables. Cuando los sonidos oscilaban entre los 2.000 y los 5.000 hertzios eran descritos como desagradables y la amígdala se activaba. A partir de ahí se desencadenaban señales de aviso a la corteza cerebral.
Un claro ejemplo
Los estudiosos defienden que detrás de la dentera se esconde una reacción evolutiva, similar a la que observamos actualmente en algunos de los simios como el macaco.
Cuando un depredador está merodeando por la zona, es frecuente que estos primates emitan sonidos agudos y estridentes como señal de alarma. Casualmente, los chimpancés alertan con unas frecuencias que oscilan entre los 2.000 y los 5.000 Hz, el mismo rango de frecuencia estudiada por la Universidad de Newcastle.
Para explicarlo desde una perspectiva evolutiva, habría que tener en cuenta que, con el desarrollo de herramientas, la organización social y el cocinado de alimentos, hemos reducido de forma considerable nuestra dependencia de dientes y uñas. De hecho, nuestros dientes son más débiles y nuestras uñas mucho menos resistentes que las del resto de los mamíferos.
Otros tipos de denteras
- Dentera gustativa: es la que más afecta a dientes y encías, pero no la única. Lo habitual es que se desencadene al tomar alimentos con sabores ácidos o astringentes. También se puede producir con algunas bebidas gaseosas y azucaradas.
- Dentera háptica: la textura de determinados materiales y alimentos hace que algunas personas sientan tiricia. Normalmente, solo las personas más susceptibles se muestran reacias al contacto de algo tan cotidiano como la pana de un pantalón o la piel de un melocotón.
- Dentera visual: se produce a distancia y sin necesidad de que exista contacto directo. Ver a alguien comerse las uñas puede incomodar a muchos.