Todo lo exhibido fue donado para el sitio por los sacerdotes y devotos. El lugar puede ser visitado por G. 5.000.
Por Tania Sosa
El Museo de la Basílica de Caacupé es uno de los sitios más visitados por los peregrinos.
El lugar fue inaugurado en 2018 y cada objeto exhibido cuenta parte de la historia de la casa de la Virgen Azul, en la Villa Serrana.
Al ingresar, un mural de rostros da inicio al recorrido. Las imágenes revelan la gran fe capturada con risas, manos entrelazadas y mirando con fervor la imagen de Caacupé en una instantánea.
El ambiente silencioso invita a reflexionar sobre la fiesta mariana más grande del país. El padre Marciano Toledo, vicario retirado del obispado, relató a Día a Día que muchos de los objetos fueron recolectados por los propios sacerdotes.
Al avanzar por el sitio, se encuentra una escultura del indio José, a quien se le atribuye la elaboración de dos imágenes en honor a la Virgen María, quien lo salvó de unos guaicurús enemigos.
Las dos guerras que soportó nuestro país también están presentes. En uno de los cristales se guardan fotos de la época de la Triple Alianza. En 1983, con la contribución de los devotos, vecinos y peregrinos que comenzaba a crecer, se pudo reconstruir la antigua iglesia, bajo la dirección del cura párroco de entonces, Bernardino Sandoval.
En tanto que también hay objetos que recuerdan la crudeza de la Guerra del Chaco y las victorias que fueron dedicadas a la Virgencita.
Un milagro
El objeto quizás más llamativo se encuentra en una de las esquinas. Se trata del asiento de un avión que había perdido el control el 22 de abril de 1985 a 3.000 metros de altura.
“Mamá, madre mía”, había exclamado Porfirio Figari, capitán e instructor de vuelos para pilotos de la Fuerza Aérea que se salvó.
El militar había visto la imagen de la Virgen de Caacupé mientras su vida corría peligro, por lo que atribuye su salvación a un milagro de Ella, además la de su alumno. Figari donó el asiento al museo para que se pudiera contar su testimonio.
Históricas visitas
Muy pocos países tienen la suerte de recibir a dos sumos pontífices: están aquellas indumentarias utilizadas por el papa San Juan Pablo II, en 1988 y por el papa Francisco, en 2015.
La silla fabricada especialmente para las misas oficiadas por Bergoglio también se encuentran en el salón. Los carteles indican que está prohibido tocar el terciopelo.