Se pasan editando sus fotos para verse bien, sin embargo, puede ser señal de baja autoestima.
Los filtros tienen la capacidad de cambiar totalmente la apariencia, mayoritariamente del rostro, en un solo clic.
La influencia de las redes sociales, especialmente aquellas centradas en las imágenes, agudizó el fenómeno denominado dismorfia del selfie, derivado del trastorno dismórfico corporal (o TDC).
Generalmente, publicamos nuestras mejores fotos en nuestros mejores momentos y mejores posiciones, lo que hace que tomemos una dimensión diferente de nuestros cuerpos, ¿pero qué sucede si la utilización de filtros se vuelve continuo?
La psicóloga clínica Silvia Meza explicó a Día a Día que el comportamiento se puede volver obsesivo compulsivo.
Te puede interesar: “Modo monje”, método que te aleja de las redes sociales
Pueden alterar su apariencia cotidiana, con maquillaje o adoptando ángulos o posturas que les favorecen, mirarse compulsivamente en el espejo. También pueden tener hábitos de aseo e higiene excesivos o conductas evitativas, como cancelar citas, por ejemplo, o incluso, el aislamiento.
Origen
Los disparadores de esta conducta pueden ser varios: Baja autoestima, traumas de la infancia, rechazo en alguna situación que lo llevó a desarrollar esta conducta.
Según la especialista, puede agravarse entre quienes lo padecen o puede afectar de manera especial a los adolescentes.
“Debido a esa exposición continua en las redes sociales. En esa búsqueda de lo que la persona considera ‘perfección’, comparándose con rostros y cuerpos que no son reales”, indicó.
El entorno familiar es fundamental para ayudar a los que sufren de este trastorno, ya que la persona no suele darse cuenta de la situación.
“El aislamiento, el enojo por publicar fotos no editadas por ellos mismos suelen ser las alertas más visibles”, indicó.
El apoyo psicológico es fundamental para comenzar a buscar esa identidad personal.
